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“… no es la forma lo que hace que algo sea bello, es su constitución”
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Sin ser arquitecto, sin siquiera haber tenido acceso a una educación superior, Jean Prouvé se presenta como uno de los mayores vanguardistas de la prefabricación en la era Moderna. A pesar de ser una figura que para el gran público se mantiene a la sombra de nombres como Le Corbusier o Mies Van der Rohe, contribuyó sobremanera al desarrollo de los muros cortina que revisten millones de edificios de oficinas en todo el mundo. Al margen de dicha solución, trabajó a destajo en soluciones habitacionales para la postguerra y en diversas tipologías edificatorias que tendrían un material en común, la chapa plegada, su sello de identidad.
Jean Prouvé (Nancy, 1901), hijo de un pintor y una pianista, aprendió el oficio de herrero desde muy joven para paliar la delicada situación económica en la que dejó la primera gran guerra a su familia. En los talleres de su ciudad natal, se educó en el conocimiento del acero a través de la forja con martillo y yunque, soldando piezas y explotando los límites del material. Su pasión por la industria de la aviación, los automóviles y los nuevos procesos de fabricación, le llevarían a equipar su primer taller con maquinaría de última generación como perforadoras, plegadoras o sopletes de arco.
Sus primeros encargos al mando del taller fueron barandillas de escaleras, cabinas de ascensor y tabiques móviles, diseños todos que serían recogidos posteriormente en patentes de acuerdo a la práctica industrial. Aún siendo pequeños ejercicios, tras cada uno de ellos trascendía su visión de conciliar el diseño con la industria, dejando de manifiesto su dominio magistral de la chapa plegada, especialmente en sus colecciones de mobiliario.
En la década de los años 30 comienza a colaborar con arquitectos como Mallet-Stevens, Tony Garnier o Marcel Lods, diseñando y fabricando las ventanas de chapa plegada para el proyecto “Cité de la Muette” en Drancy. Poco a poco Prouvé se hizo un nombre entre los arquitectos vanguardistas de la época que buscaban su asesoramiento en relación a la técnica moderna en acero. En 1936, rediseñó el aero-club Roland Garros de Buc, proyecto en el que tanto el esqueleto como la envolvente del edificio se solventaban utilizando chapas de 3mm para conformar paneles con funciones estructurales, listos para hacer frente a los esfuerzos verticales y la acción del viento.
Ya a estas alturas los diseños de Prouvé eran extremadamente avanzados: los paneles de envolvente de Buc utilizaban casquillos para evitar el aplastamiento de la chapa, al tiempo que huecos permitían conducir internamente la calefacción radiante desde el techo hasta el forjado. El aislamiento térmico se solventaba con un revestimiento interior de amianto (en aquella época no se conocía su toxicidad) de forma que solucionaba también el efecto acústico conocido como “piel de tambor”. Por último, las chapas se abombaban para paliar las dilataciones y se pintaban con dos manos de pintura.
La ambición de construir viviendas prefabricadas con gran rapidez, que fueran baratas, transportables y adaptadas al clima, se plasma en proyectos como el «Pabellón Portátil» para el ejército francés (del que llego a construir 400 unidades), la «Maison Standard Métropole» (fruto de su I+D en un “alfabeto de estructuras” a partir de pórticos) o la “Maison Tropicale” con revestimiento exterior y lamas de aluminio (1949).
En 1953, al ser despojado de su empresa por Aluminium Français, Prouvé se desplazó a París donde fundó un estudio junto a su amigo Michel Bataille, viéndose obligado a perder esa relación tan estrecha con el proceso de fabricación. Para compensarle, la compañía le encargó un pabellón para conmemorar el centenario del descubrimiento del aluminio, una de las pocas obras en las que Prouvé no colaboró con ningún arquitecto. Junto al ingeniero Michel Hugonet, construyó un pabellón de 150m de longitud y de 15m de ancho que se salvaban con vigas de chapa de acero, otorgando al edificio una ligereza ingrávida. En este periodo de exilio sólo pudo centrarse en servicios de diseño, pero aún así pudo culminar edificios tan innovadores como la nave del manantial Cachat, un recinto acristalado con una sucesión de pórticos en forma de Y.
Para tratar de recuperar el contacto con la fabricación, en 1957 integró su estudio con una empresa de equipamiento ferroviario concentrando sus esfuerzos en el desarrollo de los muros cortina. Años después, en 1964 participaría en el diseño del primer rascacielos de oficinas construido en Francia, la Torre Nobel en pleno barrio de La Défense, donde asesoró a los arquitectos Mailly y Jacques Depussé en cómo solventar la solución de muro cortina. Asimismo, de la mano del ingeniero Leon Petroff, la investigación en celosías espaciales fue una de sus grandes aportaciones, materializando edificios como el Palacio de Exposiciones de Grenoble o la Escuela de Arquitectura de Nancy.
Al final de su carrera, fruto de su compromiso constante con la aplicación de la industria en la arquitectura, la innovación y la aplicación de nuevos procesos de producción, Prouvé fue galardonado con el permio Auguste Perret de la Unión Internacional de Arquitectos y expuso su obra en el Museo de Artes Decorativas de París.
Referencias:
AV Monografías nº 149
Más información:
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